Ahora que se acerca el final de curso y se va haciendo recuento de todo lo que ha pasado, se me viene a la memoria una conversación que tuve hace poco en un centro del CEP de Castilleja sobre la innovación educativa y las nuevas metodologías como alternativa válida para mejorar el aprendizaje del alumnado.
Planteaba mi contertulia que, ante los momentos de incertidumbre, recortes y peores condiciones laborales que vivimos, much@s docentes que conocía se mantenían en su visión tradicional de la educación: libro de texto, actividades del mismo (y algunas fichas para un "cierto" disimulo en el tema de la adaptación), exámenes y... a "otra cosa mariposa, que la cosa está muy mala" y no es cuestión de esforzarse más. Otr@s que habían iniciado una cierta evolución, por eso tan raro de las competencias básicas, habían vuelto al redil y se había acabado su "experiencia innovadora".
Hasta ahí todo lógico y normal por cómo nos va y cómo nos tratan como docentes. El problema estriba, mantenía otro profesor presente, en que además se estaba produciendo algo muy siniestro y peligroso.
Por una parte, una visión catastrofista y muy negativa de la sociedad que traslada un desprecio importante a la administración, a la dirección escolar, a las familias y al alumnado, como causantes, directa o indirectamente, de todos los males sufridos. Y, por otra, aunque relacionada, un desprecio y una marginación importante (¿verdad @joaquineku?) de aquell@s docentes que se atreven a innovar, a utilizar las TIC, a evaluar de otra manera, e incluso ¡¡¡sin exámenes!!! (gran herejía docente y más en estos tiempos de tribulaciones) y que valoran y evalúan, sin limitarse sólo calificar (y clasificar), a cambiar de metodologías, a desarrollar proyectos... Pero es que, además, les va bien: sus alumn@s reconocen sus cambios y están satisfech@s, sus resultados son excelentes y son reconocidos por las redes profesionales y sociales.
En definitiva, despreciar e intentar marginar a l@s que les ponen delante un espejo donde no quieren mirarse. Porque no saben, ni quieren aprender. Y porque les da miedo cambiar.
Yo escuchaba estupefacto, reflexionando sobre los problemas que eso plantea desde mi perspectiva como docente y como director.
Planteaba mi contertulia que, ante los momentos de incertidumbre, recortes y peores condiciones laborales que vivimos, much@s docentes que conocía se mantenían en su visión tradicional de la educación: libro de texto, actividades del mismo (y algunas fichas para un "cierto" disimulo en el tema de la adaptación), exámenes y... a "otra cosa mariposa, que la cosa está muy mala" y no es cuestión de esforzarse más. Otr@s que habían iniciado una cierta evolución, por eso tan raro de las competencias básicas, habían vuelto al redil y se había acabado su "experiencia innovadora".
Hasta ahí todo lógico y normal por cómo nos va y cómo nos tratan como docentes. El problema estriba, mantenía otro profesor presente, en que además se estaba produciendo algo muy siniestro y peligroso.
Por una parte, una visión catastrofista y muy negativa de la sociedad que traslada un desprecio importante a la administración, a la dirección escolar, a las familias y al alumnado, como causantes, directa o indirectamente, de todos los males sufridos. Y, por otra, aunque relacionada, un desprecio y una marginación importante (¿verdad @joaquineku?) de aquell@s docentes que se atreven a innovar, a utilizar las TIC, a evaluar de otra manera, e incluso ¡¡¡sin exámenes!!! (gran herejía docente y más en estos tiempos de tribulaciones) y que valoran y evalúan, sin limitarse sólo calificar (y clasificar), a cambiar de metodologías, a desarrollar proyectos... Pero es que, además, les va bien: sus alumn@s reconocen sus cambios y están satisfech@s, sus resultados son excelentes y son reconocidos por las redes profesionales y sociales.
En definitiva, despreciar e intentar marginar a l@s que les ponen delante un espejo donde no quieren mirarse. Porque no saben, ni quieren aprender. Y porque les da miedo cambiar.
Yo escuchaba estupefacto, reflexionando sobre los problemas que eso plantea desde mi perspectiva como docente y como director.
Hola Manuel, gracias por tu empatía, como siempre. Tu teoría del espejo es una llamada a la autocrítica, además de a la reforma y la formación permanentes. Mirándome en las encuestas y cuestionarios que he hecho a mis alumnos de ESO (en 2º Bachillerato no había tiempo ni de respirar en 3 horas semanales), asumo su parte de entusiasmo y su parte de frustración. Están sonoramente enfadados conmigo porque soy un docente pasajero, que carece absolutamente de influencia en su medio institucional; de manera que, al marcharme yo, se acabó la experiencia. Han disfrutado mucho, lo digo objetivamente, del trabajo por proyectos y el uso del blog. Pruebas: 300 entradas y 23.000 visitas, nada menos, en seis meses; dos proyectos cada trimestre, en los que han participado todas y todos, aunque en distinto grado. Pero sus opiniones expresan la frustración: ¿sirve el blog para aprender más y mejor? ¡Si nadie más lo utiliza en el centro con más prestigio de Sevilla! ¿Ha valido la pena ese esfuerzo, sin continuidad? Y eso que se han quedado finalistas del premio Edublogs... pero son realistas. Y tengo que comprender ese punto de rencor porque "el sistema sigue igual" e incluso castiga con un expediente al profesor disruptivo, que no pone partes ni expulsa, que soporta demasiados decibelios en el aula y grita demasiado en clase... Algo más tendrá que cambiar para que este éxito no sea como una canción de verano.
ResponderEliminarEl sistema es conservador. Hay muchos intereses creados. Y a tus cuestiones sobre si merece la pena, yo digo que sí. Si hubiera continuidad (y hay más de la que pensamos)se asentaría más el modelo y aprenderían más. Pero no puede haber innovación y mejora sin pruebas, sin buenas prácticas. El alumnado podrá estar frustrado porque les va a costar, en tu centro sobre todo, encontrar nuevas metodologías, pero a la larga su experiencia será de las más valoradas. Y eso sí es cierto y por eso merece la pena. Gracias.
Eliminar"Si no hubiese locos como vosotros, la sociedad no avanzaría"
EliminarEl problema no es avanzar sino querer volver atrás. Gracias, Jose Luis.
EliminarMe identifico absolutamente con esta situación que describes por vivida ya tantas veces y creo que la mejor forma de sobreponerse es centrar el objetivo en el alumnado. En lo que son y serán capaces de construir. Soy optimista a medio-largo plazo. No queda otra opción.
ResponderEliminarGracias Manuel Jesús.
Al final va quedando lo esencialmente importante: el alumnado y su aprendizaje. Optimista siempre, pero hay veces y épocas en las que cuesta algo más de trabajo.
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