Acabado de llegar de un maravilloso fin de semana en Segovia y no quiero dejar más tiempo para reflejar mis sensaciones sobre el II Encuentro de Conspiración Educativa.
En primer lugar, no puedo dejar de hacer referencia a la ciudad. La conocía pero me ha vuelto a enamorar. Una ciudad que en cada rincón te sorprende con algún palacio, alguna plaza, alguna iglesia. O incluso, algún acueducto. Una ciudad que se pasea despacio y se disfruta, con un gran ambiente y gente muy amable.
Con tanto cambio educativo, con tanto debate falso e impostado que esconde interesadamente el nudo gordiano encerrado en esas dos preguntas anteriores, no atacamos el núcleo de los problemas educativos. Porque nos enredamos en disputas ridículas y nos olvidamos de lo esencial.
Algo que han superado experiencias como las mostradas por las maestras y los maestros que nos deleitaron ayer en el Encuentro que han visto la solución: entorno, cambio, espíritu crítico, emociones, proyectos, implicación de las familias. Lo cercano para llegar a lo general.
Y, como no, la red. Cómo las redes y sus hilos, tejidos con esmero, trabajo e ilusión por muchos docentes, nos pueden llevar al verdadero cambio educativo
Y dejo para el final, lo personal. Los reencuentros, las desvirtualizaciones, las charlas distendidas en los jardines externos, en las copas, en la comida, en la larga sobremesa y sentados en la Plaza Mayor. La sensación de cargar pilas, de confirmar ideas y sensaciones sobre cómo y por dónde vendrá el cambio educativo. Y, también, la amistad y la confraternización que se desprenden de esas conversaciones.
O sea, que en Segovia hemos estado conspirando. O algo así. También, inspirándonos.
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