jueves, 2 de abril de 2015

ESTO NO PUEDE SER. RELEYENDO A LOS CLÁSICOS (DEWEY)

Hoy toca otro grande: John Dewey.

Resultado de imagen de deweyPara aquellas y aquellos que descubrimos tarde (por la tradición de una formación de especialidad académica para dedicarse a la docencia en secundaria y bachillerato y por la falta de formación pedagógica consiguiente) la necesidad de explicarnos el proceso y la finalidad del aprendizaje de nuestro alumnado (y, por ello, también del nuestro como docentes) para intentar mejorarlo y adaptarlo a las necesidades de los aprendices, la lectura de los clásicos como Dewey es un soplo de aire fresco, que refuerza la visión de un aprendizaje activo, contextualizado, significativo y centrado en el alumnado. Porque lo importante, lo básico, lo transcendente, es lo que el alumno necesita aprender y lo que aprende, no lo que el docente puede enseñarle.

Pues bien, en esa aventura de releer a los clásicos, para buscar inspiración o para reforzar o remover ideas ya algo consolidadas, descubrir obras como MI CREDO PEDAGÓGICO es una verdadera gozada porque en una obrita breve y simple, se encuentra toda una declaración de principios fundamentales para el aprendizaje. Y no nos olvidemos que la obra se publicó en ... 1897. 

¿Y nos consideramos innovadores? ¿En el 2015, en pleno siglo XXI?

De todas las lecciones que nos da Dewey en esta obra, me gustaría destacar algunos principios y algunas citas que considero emblemáticas.

Como principios me gustaría destacar la dimensión social de la educación, que el alumno debe entender y "vivir" la escuela como un proceso de formación integral y continuo y no como una preparación para lo que pueda ocurrir después, que el currículo debe estar relacionado más con las experiencias y las necesidades sociales del niño que con un número determinado de materias, que el alumno debe crear su propio conocimiento más que aprenderlo y que la educación es el medio más eficaz para el progreso social.

Y en cuanto a las citas, os dejo las siguientes:

"Con el advenimiento de la democracia y de las condiciones industriales modernas es imposible predecir de un modo definitivo lo que será la civilización dentro de veinte años. Por tanto, es imposible preparar al niño para una serie precisa de condiciones. Prepararle para la vida ulterior significa prepararle de suerte que tenga el pleno y rápido uso de todas sus capacidades". Parece que la sociedad incierta y líquida de Bauman es más antigua de lo que pensamos.

La educación es, pues, un proceso de vida y no una preparación para la vida ulterior...
La escuela debe representar la vida presente, una vida tan real y vital para el niño como la que vive en el hogar, en la vecindad o en el campo de juego...
La educación que no se realiza mediante formas de vida, formas que sean dignas de ser vividas por sí mismas, es siempre un pobre sustituto de la realidad auténtica y tiende a la parálisis y a la muerte.

Gran parte de la educación actual fracasa porque olvida este principio fundamental de la escuela como una forma de vida en comunidad. Aquélla concibe a la escuela como un lugar donde se han de dar ciertas informaciones, donde se han de aprender ciertas lecciones o donde se han de formar ciertos hábitos. Todo esto se concibe como teniendo valor en un remoto futuro; el niño ha de hacer estas cosas por causa de otras que ha de hacer; así son una mera preparación. Como resultado, no llegan a ser parte de la experiencia vital del niño y no son verdaderamente educativas.

Todos los problemas referentes a la graduación y promoción del niño han de determinarse con referencia a la misma medida (standard). Los exámenes sólo pueden aceptarse en cuanto comprueban la aptitud del niño para la vida social y revelan el lugar en que pueden prestar mejores servicios y en que puede recibir mejor ayuda. 

Nosotros violentamos la naturaleza del niño y dificultamos los mejores resultados éticos al introducir al niño demasiado rápidamente en una cantidad de estudios especiales, de lecturas, escrituras, geografía, etc., sin relación con su vida social.

La educación ha de ser concebida como una reconstrucción continua de la experiencia, y el proceso y el objetivo de la educación son una y la misma cosa...
Establecer cualquier finalidad fuera de la educación, que determina su objetivo y su nivel es privar al proceso educativo de gran parte de un sentido, y nos obliga a emplear estímulos falsos y externos en nuestro trato con los niños

Los intereses son los signos y síntomas de la capacidad en crecimiento. Creo que representan capacidades en germen. Consiguientemente, la observación constante y cuidadosa de los intereses es de la mayor importancia para el educador.

Después de la inercia y la estupidez, el formalismo y la rutina, nuestra educación no está amenazada por ningún otro mal mayor que por el sentimentalismo. 

Todas las reformas que se apoyen simplemente en la aplicación de una ley, o en la amenaza de ciertos castigos, o en los cambios de disposiciones mecánicas o externas son transitorias y fútiles. 

Es misión de todos los interesados en la educación insistir sobre la escuela como el interés primario y más efectivo del progreso y reforma sociales, de suerte que la sociedad pueda llegar a comprender lo que la escuela significa y a sentir la necesidad de dotar al educador de los medios suficientes y adecuados para realizar su misión.

Como Giner, nuestro querido Dewey también iría a los EABE

2 comentarios:

  1. Hola: parece mentira que Dewey analizara la educación en el año 1897 y ya estableciera que lo importante, lo esencial y transcendente, es lo que el alumno necesita aprender y lo que aprende. Creo que ya era un visionario o mejor todavía que conocía perfectamente cómo debería enseñarse en la Escuela, como una reconstrucción continua de la experiencia. Seguimos en contacto

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    1. Sí, y seguimos buscando algo que ya se dijo hace más de un siglo. Así, nos va.

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