Apareció ayer por las redes un artículo de El Mundo donde de manera simplista y no sé si bien intencionada se hablaba de "Guerra en la Escuela" entre dos concepciones de la Educación, la Escuela y el Aprendizaje.
Lo que sí es cierto es que, indepedientemente de lo exagerado y de lo simple del titular (que en ese sentido cumple su función de llamada) se refleja una situación real que, aunque no es tan maniquea, se vive en el día a día de los centros, donde conviven visiones muy contrapuestas sobre cuál debe ser el papel y la función de la Escuela y de la Docencia y donde, al menos por mi experiencia, predomina la visión más tradicional y convencional del proceso de enseñanza-aprendizaje, la que en el artículo se define como la de los antipedagogos.

Ese modelo era homogéneo y aceptado hasta el momento en que la educación secundaria se hizo obligatoria. Por eso, despotrican de la LOGSE, del alumnado que no quiere estudiar y de aquelll@s que defienden este nuevo modelo de escuela universal y no exclusiva. El problema es que quieren volver a una situación que ya no puede recuperarse porque las condiciones sociales ya no lo permiten.
Esas nuevas condiciones han creado una sociedad digital, líquida e incierta donde todo está en cuestión. Y el modelo de Escuela no iba a ser menos. Estamos en una situación de encrucijada, donde el modelo convencional ya no convence y no tiene futuro. O, al menos, personalmente eso pienso. Y no sólo me lo dicen teorías del aprendizaje, la propia experiencia de aula y lo que observo en encuentros y cursos de formación, sino también por comentarios de otros docentes (como es que escuché el otro día en una conversaciñon informal) que piensan que "en Secundaria y Bachillerato quedan muchos catedráticos que creen que lo saben todo", que reflejan que ese modelo está trasnochado, aunque pueda mantenerse mucho tiempo por la inercia conservadora de la institución escolar y porque no se está seguro de la alternativa a este modelo clásico e insdustrial.
Por todo eso, yo me planteo varias cuestiones. La primera es qué es autoridad, ¿te la dan, la consigues?, ¿es parecida al prestigio o al miedo? ¿es académica o disciplinaria? ¿te la da tu sabiduría o el cariño de alumnos y familias? La segunda es qué es esfuerzo, ¿estar sentado seis horas en clase haciendo actividades mecánicas y estudiar y memorizar mucho para los exámenes o diseñar un proyecto y explicarlo, buscar información y recursos, crear un producto, trabajar y decidir en equipo? La tercera es qué es disciplina ¿mantener al alumnado encorsetado en sus sitios y en unos esquemas didácticos industriales o dejar que sean autónomos, críticos, responsables y que se muevan, que discutan, que debatan?

Porque la Escuela debe ser un puente entre el aprendizaje y la sociedad y no un bunker donde se niegue el mundo exterior, que puede no gustar, pero es el que hay y entre todos debemos ayudar para mejorarlo. El problema no es tanto ser "antipedagogo" o "pedagogo" sino mirar fuera del aula y ver qué Escuela necesitamos y qué Escuela queremos. Yo lo tengo claro.