Estaba en COU. Nuestro profesor de Historia nos había explicado los problemas del Referéndum convocado para el 28 de febrero: las distintas vías para acceder a la autonomía, la campaña del gobierno de UCD para evitar el referéndum o que una vez desarrollado saliera el SÍ. Y nos avisó de que podríamos estar en el censo aunque todavía no pudiésemos votar (yo cumplía los 18 en mayo) y así engordar los números de la abstención para desprestigiar o anular el resultado de la consulta. Y allá que fui por primera vez, a un colegio electoral. Sólo, porque no quería ir acompañado de mis padres, con toda la furia del mundo para ver si era cierto lo que nos habían comentado. Y afortunadamente, no fue así, aunque me gané la mirada inquisitiva y de gran sorpresa del presidente de la mesa que no entendía que hacía yo allí.
Recuerdo haber tenido esta pegatina en mi carpeta
En ese ambiente creado por la recién estrenada democracia, con el auge del nacionalismo o más bien de la sensación de diferencia con los demás y de abandono por parte del poder que se manifestó ya el 4 de diciembre de 1977 estábamos concienciados de la necesidad de esa autonomía. Si a eso unimos la edad, el ambiente del barrio (calle Feria y Alameda de Hércules, como referencia), la verdad es que los recuerdos son casi imborrables. Y, viendo la realidad actual, un poco desalentadores. Se ha hecho mucho, se ha cambiado mucho. Pero seguimos, después de muchos años (nada más y nada menos que 34) con muchos problemas.
Yo sólo me voy a centrar en el educativo y en el futuro que les estamos dejando a la juventud, a mis alumnos, a tus alumnos, a los alumnos. Pero, también, a mis hijos, a tus hijos. Y es muy triste comprobar cómo la ilusión y el compromiso de una chaval de 18 años en 1980, se ha convertido en la desgana y la falta de perspectiva de ahora. En el campo educativo hemos avanzado muchísimo, en escolarización y en recursos sobre todo, pero seguimos teniendo muchas lagunas en poder ofrecer lo máximo a lo que cada uno puede llegar (calidad y equidad).
No tenemos más remedio que seguir intentándolo. Con la ilusión y la rabia de un chaval de 18 años.
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