Una imagen vista en Facebook y relacionada con la nueva situación política me dio que pensar. La primera impresión fue de alegría y frescura y la segunda, de reflexión sobre cómo están cambiando las cosas y en que estamos instalados en el cambio continuo y eso para much@s es un desastre y no una oportunidad y por eso lo rechazan.
Desde el punto de vista político y social, podemos decir que durante la transición española un aire nuevo llegado desde las ansias de libertad del pueblo y desde la necesidad de aprovechar la oportunidad de cambio de la oligarquía, recorrió el país y arrinconó al "búnker" franquista. El mundo gris plomizo del tardofranquismo se coloreaba con la esperanza de conseguir para España, por fin, un verdadero sistema democrático.
Con eso nos fuimos conformando la inmensa mayoría. Con una España aparentemente democrática pero controlada por los de siempre. Y para entonces, quizá, fuera mucho. Por eso, este país se sumergió en la corrupción mientras que nos daban las migajas de elecciones, autonomías y mejores servicios sociales. Esa España nacida de la transición también se ha ido poniendo gris y plomiza con los años. Con una apariencia y unas formas muy diferentes pero, sí, gris, plomiza, formal. Como en la restauración canovista y en el franquismo: un país real alejado del oficial. Una España que se se ha ido poniendo casposa y olvidando aquella idea de Adolfo Suárez de "aceptar con normalidad aquello que en la calle era normal".

Bueno, y en educación, ¿qué? Seguimos con la incertidumbre, con los vaivenes: LOMCE sí, LOMCE no, LOMCE a medias, LOMCE a cuarto y mitad... Si la incertidumbre y el cambio se ha instalado en el sistema, es lógico que también lo haya hecho en la Escuela. Con la esperanza de que después de todo este barullo legislativo y de enfoques educativos desemboquemos en una Escuela muy distinta, inclusiva, emotiva, participativa y que le de protagonismo y autonomía al alumnado y seguridad en su nuevo rol a l@s docentes.
Color de esperanza.