He recibido un correo emocionante, estimulante y esperanzador. No es un correo cualquiera, porque mi interlocutor no escribe correos al uso, sino profundos y con mucho sentido, estemos o no de acuerdo en todo. Como consecuencia de la entrada del blog Escuelas en Red sobre mi experiencia educativa, mantengo un hilo de correos relativos a la inutilidad o poca importancia de experiencias innovadoras dentro de un contexto contrario a las mismas, tanto en el contexto educativo general como en el del centro que compartimos.
Sin embargo, nos cuenta una experiencia muy valiosa que demuestra muchas cosas. Aquí os dejo, con su permiso, el contenido del correo, con el detalle de lo sucedido y la valoración del profesor:
Hoy he tenido una experiencia totalmente espontánea en el centro. Una experiencia donde los alumnos se convierten en los profesores, donde te enseñan con su actuación en grupo su forma de trabajar y de vivir la enseñanza de manera colectiva.
Entraba en clase y me pidieron que escuchara al delegado, que tenía una propuesta que ofrecerme. El delegado del curso, era primero de bachillerato A, un buen curso, estudioso y trabajador habló , en público, delante de toda la clase de los problemas de no contar con una hora de tutoría a la semana y de la imposibilidad de encontrar un tiempo y un espacio para realizar las actividades del día de la paz. El muy manipulador, chantajista emocional, me habló, con el apoyo premeditado de sus compañeros, que era una actividad filosófica, ya que la paz era un valor y, además, habían elegido una frase de Mandela. Podríamos hacer, en los próximos días, aseguraba el mitinero, una disertación sobre la misma. Es una frase con un alto contenido utópico. Viendo el panorama asentí y, acto seguido, se pusieron a realizar la actividad.
Me llamó la atención lo organizado que tenían todo. Las diferentes tareas ya tenían sus grupos de alumnos. Había un sano clima de trabajo colectivo, de intercambio, de reparto de responsabilidades. Para no ser menos hasta tenían una alumna indignada que no estaba de acuerdo con el tipo de actividad cultural, la que consideraba propia de primaria y no para alumno de bachillerato. Aún así también la indignada participó en la actividad. Fue una hora rápida, con unos alumnos volcados en una actividad que les unía incluso con sus ideas distintas. .Al final de la clase, donde ellos no pararon de moverse de un lado para otro, buscando materiales para las tareas, recordé una frase del pedagógo Dewey: tal vez, profesor, cuando tu crees que no has dado una clase es cuando realmente has enseñado algo a tus alumnos. Y más importante, ellos te han enseñado algo nuevo.
Y siguiendo el hilo, en otro correo, comenta:
Llevo más de 25 años en el centro y creo que la experiencia de hoy es un ejemplo de la forma de actuar de nuestro alumnado. Observo una evolución, un deseo de constituir su propia formación, de participar en su educación. No se trata tanto de una educación delegada desde arriba. Creo que están hartos de esa educación impuesta, a veces, por una persona ubicada en un contexto muy distintos al de sus preocupaciones diarias. Ellos quieren formarse, pero partiendo desde sus preocupaciones y paradigmas culturales. Quieren estar preparados para el mundo del mañana, que es su mundo y que nadie va a vivir por ellos. Pero no quieren imposiciones ni reglamentos externos. Cuando se les ofrece la oportunidad de autoformarse, de dirigir ellos mismos la propia actividad...se organizan, se reparten las actividades. Lo cual no excluye, como he dicho anteriormente, la experiencia del no acuerdo, de la indignación. Pero ese desacuerdo está dentro de ese espíritu de trabajar en grupo, de trabajar por algo en lo que ellos saben que son los protagonistas.
Y todo ello lo ha realizado el propio centro, la labor de los docentes anteriores de estos alumnos. Se demuestra que entran los alumnos en primero de bachillerato capacitados para trabajar en grupos, para repartirse las actividades con responsabilidad, para luchar por un objetivo común. Otra cuestión bien distinta es la voluntad por parte del centro de fomentar a través de distintos canales la posibilidad de llevar a cabo esa potencialidad que los alumnos poseen. Una educación activa, social, responsable y creativa. Tal vez tengamos delante de nuestras narices cantidad de seres humanos con una riqueza y con una capacidad de formarse que estemos malgastando con el pretexto de llevar a cabo una educación de contenidos preestablecida que no responde al mundo de estos jóvenes que están vivos y bien vivos.
Creo, que los dos correos hablan por sí mismos de lo que necesitamos, aunque nos cueste trabajo, tiempo y, también, formación docente y perspectiva de futuro. Pero, sobre todo, entender a nuestro alumnado, sus preocupaciones, sus intereses, SU FUTURO.
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