Parece que las cosas cambian lentamente, o que no cambian (aunque para algunos las cosas no deberían haber cambiado desde hace unos 30 años y deberíamos volver a tiempos mas bien casposos). Pero sí, las cosas cambian, y rápido. Y mucho más en el campo del que trata la entrada que propongo. Hace tan sólo un año la expresión que da nombre a la entrada me hubiera llevado a un estado próximo a la histeria y suponía poner en marcha mecanismos de recuperación urgente: llamadas a mi familia para que me lo acercaran, ir a casa a por él en algún momento o simplemente sumergirme en una actitud de abatimiento.
Hay que reconocer que las cosas han avanzado mucho desde esos lejanos tiempos de principios de siglo en los que la carga de diskettes para poder trabajar en casa y en el centro era importante. Aparecieron los sin nombre, y digo esto porque no hemos terminado de darle uno a estos maravillosos instrumentos que nos han ayudado tanto, aunque yo siempre les he dicho USB, y se extendieron con múltiples formatos y capacidades.
Pero el otro día, se me olvidó el cacharrito en casa. La primera reacción fue la tradicional: ¿y ahora qué hago? (hay que mencionar que había ido al centro en bicicleta y no en coche y que no había nadie en casa). Pero, pensando, me di cuenta de que ¡¡¡NO ME HACÍA FALTA!!! Lo tengo casi todo en Google Drive, en Dropbox o en el correo. Y me di cuenta de uno de esos cambios que no se notan pero que son significativos: ESTOY EN LA NUBE (y no sólo por estar metido en un mundo de innovación y utilización de las TIC que, estoy comprobando, me aleja de muchos de la gran mayoría de l@s docentes) sino, sobre todo, porque la web 2.0 está en mi forma de vida y de trabajo.
Pues sí, las cosas cambian y rápido. Que tranquilidad.
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