Ayer estuve en una reunión de equipos directivos de los centros de Sevilla que formamos parte de la Red de Escuelas "Espacio de Paz". En esa reunión, Carolina Alonso, coordinadora del Programa, nos felicitó por nuestro compromiso, nos explicó ciertos datos y nos planteó algunas de las actuaciones necesarias para trabajar y mejorar la convivencia en los centros.
Entre las ideas que se expusieron, me quedé con una reflexión que me llamó la atención. Trataba sobre lo que los alumnos ven o leen, mencionando la serie Física y Química, o los libros, series o películas de Crepúsculo y las sombras de Grey. El sentido de la reflexión era que esas series o libros no eran adecuadas, que ella no las veía y que deberían ver otras cosas, dando por entendido que no transmitían los valores necesarios para la convivencia
Y, estando de acuerdo en que no me gustan, o gustaban, que no los he leído ni visto y que, seguramente, no los voy a ver o leer, pienso que debemos repensar mejor esta reflexión.Creo que uno de nuestros objetivos como docentes es estar pendientes y saber los gustos, las preferencias, las ideas de nuestro alumnado. Creo que, aunque no veamos o leamos lo que ellos ven o leen, sí deberíamos saberlo y valorarlo sin menospreciarlo: ¡Bah, esas cosas no las leo o la veo yo!
Un ejemplo: el otro día en clase hablaban los alumnos de la app Preguntados y cuando me metí en la conversación demostrando que la conocía y la había utilizado, no salían de su asombro y estuvimos un rato charlando sobre su utilidad tanto en el aula como fuera de ella. Otros ejemplos, cuando les digo que utilicen Twitter en el aula y empiezan a ver la relación de las redes sociales y su aprendizaje, utilizar WhatsApp para cuestiones de clase o aconsejarles sobre diferentes aplicaciones, programas o páginas. Se sienten identificados, reconocidos, protagonistas. Ven que su mundo fuera del aula no es tan diferente al de dentro. Consideran más cercano al profesor y la sintonía entre alumnado y profesor mejora mucho.
No planteo, desde luego, una inmersión profunda en su mundo sino, como mínimo, un conocimiento de lo que les gusta, les interesa, les mueve. Aunque no nos guste o lo veamos inapropiado. Porque, esa cercanía permitirá plantearles cuestiones éticas referidas a aquello que nos disgusta o que creemos que deben plantearse para tener una mejor formación. Para ser críticos y más autónomos. Demostrar, por otra parte, que les queremos tener cerca, que los entendemos y les podemos ayudar, guiar y orientar.
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