Acabo de llegar del Congreso de la Asociación Hespérides y ha sido una jornada magnífica. Por muchas cosas. Por poder pasear por la zona de la Catedral, del Alcázar, de la Puerta Jerez. Por mi facultad de Geografía e Historia, por sus pasillos. Estar en su Aula Magna y sentarme en el mismo sitio donde me examiné de las oposiciones en el año 1987.
Pero, también, por desvirtualizar a las personas de la asociación que hemos estado en contacto casi un año, por recobrar viejos compañeros, ahora profesores de la misma facultad, o a un antiguo amigo que fue profesor del Virgen del Castillo o, incluso, por encontrar profesores de Lebrija, jóvenes y con ganas.
Y desde aquí quiero agradecer a la asociación que haya contado conmigo para participar en la mesa redonda de hoy y por ser capaz de organizar un congreso con tanta expectación y aceptación. El tema, los nacionalismos en la historia de España, era lo suficientemente atrayente, actual y complejo como para conseguirlo, pero el trabajo de sus componentes han conseguido que sea todo un éxito. ¡Enhorabuena!
En cuanto al contenido del congreso de esta jornada. En la sesión de mañana (puesto que por la tarde no me pude quedar, ni ayer pude estar por tener una reunión en el CEP de Sevilla) ha habido una conferencia de la profesora de la Facultad, Inmaculada Cordero, sobre la historia enseñada que ha supuesto un repaso a la forma de entender y de desarrollar la enseñanza de la Historia de España y que ha transmitido dos argumentos fundamentales: que la historia adoctrina (en cualquier sentido) y que los libros de texto son la base de ese adoctrinamiento. Creo que, por el tema y por el planteamiento, han surgido ideas que por desgracia son bastante asumidas por la mayoría del profesorado: confundir currículo con libro de texto y aprendizaje con enseñanza. Y en las preguntas, más "preocupaciones" que podemos llamar convencionales, libros de textos de baja calidad y actualización historiográfica de los mismos para selectividad. Vamos todo un poema. Bajo mi punto de vista, claro.
Y en la mesa redonda y coloquio (poco, por la hora) donde he participado, se han tratado cuatro temas: utilizar la prensa para estudiar ciertos temas como el nacionalismo, la experiencia del baccalaureate y el cambio y la continuidad en la enseñanza de historia. Y la mía. Os dejo el vídeo explicando mi aportación.
De lo expuesto en esas experiencias o planteamientos me ha llamado la atención varias cosas. En primer lugar, cierto (o mucho) pesimismo sobre la utilidad de la innovación, También, la necesidad de una metodología que favorezca el razonamiento y no la memorización y las posibilidades que ofrece la actualidad para trabajar estrategias, procedimientos y contenidos.
Y lo que más me ha llenado de la intervención es que cuando terminamos la mesa se acercaron tres profesoras, dos de la UNIR (Universidad Internacional de La Rioja) y otra de la de Sevilla, felicitándome por mi enfoque educativo y el planteamiento del trabajo con el alumnado y pidiéndome colaborar con ellas en algunos estudios que está realizando sobre educación, TIC y redes sociales. Toda una satisfacción.
Y lo que más me ha llenado de la intervención es que cuando terminamos la mesa se acercaron tres profesoras, dos de la UNIR (Universidad Internacional de La Rioja) y otra de la de Sevilla, felicitándome por mi enfoque educativo y el planteamiento del trabajo con el alumnado y pidiéndome colaborar con ellas en algunos estudios que está realizando sobre educación, TIC y redes sociales. Toda una satisfacción.
Sin embargo, lo que más me ha llamado la atención es un comentario de alguien muy cercano: ¡qué diferencia con el EABE! Es lógico, por el formato, la temática y los objetivos. No tienen nada que ver y en el contraste y la variedad está el gusto y, posiblemente, la virtud.
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