Comienza un nuevo curso e, independientemente del trabajo que nos cueste incorporarnos a nuestra tarea (de manera oficial, puesto que nunca se deja de ejercerla), nos encontraremos con algunas viejas incertidumbres: matriculación, autorización de grupos, cupo de profesores/as, inicio de curso, presupuestos, etc., etc..., y, también, con nuevas: incorporación a la escuela 2.0, y las aulas digitales (¿cuándo las instalan?, ¿funcionarán sin problemas?, ¿sabremos utilizarlas y sacarles todo el partido?, ¿cómo nos formaremos?...), año cero como centro bilingüe (organización, coordinación, currículum integrado, etc.), desarrollo de tareas integradas para trabajar las competencias básicas, coordinación docente, etc.
Bien, todo lo anterior es lo lógico y normal de un principio de curso desde la perspectiva de dirección, pero me gustaría plantear este momento no como algo lleno de incertidumbres, sino repleto de retos. Porque plantearlo así te mantiene alerta, te mantiene dispuesto, te mantiene intelectualmente activo. Lo contrario es negativo, te incapacita y te retrae un poco para afrontar la ilusionante tarea de dirigir un centro educativo.
Suerte a todos/as