Proceso de enseñanza-aprendizaje. Muchos docentes de secundaria nos destetamos pedagógicamente con este soniquete, con esta muletilla. El proceso para allá. el proceso para acá. Sin embargo, con el paso del tiempo y la experiencia, creo que sólo hay un proceso. El de aprendizaje.
Primero, porque suponiendo que exista ese doble proceso, la parte del aprendizaje sería la más importante. Tanto que reduciría al mínimo al de enseñanza porque lo importante es lo que el alumnado aprenda, no lo que se le enseña. En definitiva, que podemos pensar que enseñamos mucho y que el alumnado aprenda poco o nada.
Segundo, porque enseñando, aprendan o no, en realidad los docentes estamos, o deberíamos estar, también aprendiendo. Seamos conscientes o no. Aprendemos de la reacciones, de las respuestas, de las propuestas, de las actitudes o del ambiente de clase de los aprendices.
Tercero, porque en la sociedad digital, líquida e incierta en la que nos desenvolvemos, el aprendizaje es permanente, ubicuo y aumentado. Estamos aprendiendo continuamente. Aprendemos en cualquier lugar y por cualquier medio. Y aprendemos cada vez de más personas a través de las redes. Inteligencia colectiva.
Pero, sí, es verdad, se enseña. Reconozcámoslo. Se enseña de manera consciente: contenidos, actitudes, formas de trabajar y de colaborar. Y de manera ¿inconsciente?: formas de trabajo en el aula, puerta del aula abierta o cerrada, mayor o menor (o ninguna) libertad de movimientos del alumno en el aula, homogeneización o personalización de actividades y tareas, agrupamientos, etc. Pero, repito, todo esto forma parte del aprendizaje del alumnado. Y del docente. Porque si el aprendizaje no se produce, la enseñanza no es válida.
Podríamos plantearlo al revés también: no hay aprendizaje si no hay enseñanza, pero esto, en el mundo en el que estamos, es cada vez menos cierto en la Escuela. Nos guste o no. Estamos en la era del aprendizaje continuo y permanente. Como docentes, y por nuestro compromiso ético con el aprendizaje del alumnado, debemos adaptarnos a esta realidad. Cada docente debe ser, en expresión de Manuel Area, un "homo digitalis" que diseñe, comparta, colabore, difunda y guíe al alumnado por el proceloso aprendizaje del siglo XXI.
Tenemos, también, que dar un paso adelante y cambiar nuestro rol en el aula para ir dándole mayor protagonismo y autonomía al alumnado.
Y es que tenemos mucho que aprender, porque tenemos mucho que enseñar.