Durante estos últimos cursos me ido dando cuenta y comprobando en la práctica la intensa relación que existe entre las expectativas que como docente pongo en mi alumnado y los resultados del trabajo en el aula. Lo he comprobado tanto con grupos de Secundaria, generalmente, en mi caso, compuestos por alumnado con problemas de aprendizaje, algunos graves, y de conducta, algunos también graves, como con grupos de 2º de bachillerato de Sociales, con un perfil de alumnado, en general, trabajador pero no excesivamente brillante. Y todo depende de cómo te plantees tu trabajo en el aula y la relación con tu alumnado.
Si un docente entra en un aula pensando que su alumnado no va a poder, no va a querer o no le interesa lo que van a hacer en su clase, ya tiene el curso hecho. El ambiente de trabajo será difícil, si es que lo hay. El curso será un martirio tanto para el profesor como para el alumnado y será muy difícil establecer una relación de aprendizaje positiva. Se genera así una situación de tensión que como definió un alumno en alguna ocasión, "parece que los profesores siempre están a la defensiva".
Si por el contrario, el docente fija expectativas altas en su alumnado, sabiendo sus características o dándose cuenta de ellas durante ese importante período de la evaluación inicial, seguro que se cumplen. Al menos, en gran parte, porque se crea un ambiente cargado de energía positiva, de confianza, de trabajo y, seguramente, los alumnos y el docente disfrutarán del tiempo en el aula. Ese planteamiento positivo, fijando altas expectativas en el alumnado, provocará que se puedan hacer cosas y se produzcan situaciones de aprendizaje que no pueden darse en una situación de desconfianza mutua.
Para ello, se deben dar una serie de circunstancias que son más fáciles de conseguir si se tienen algunas competencias docentes como la flexibilidad, la confianza y la empatía. Si se tienen expectativas altas, confianza en el alumnado, flexibilidad en las metodologías y en los objetivos y se escucha al alumnado, sus problemas, sus intenciones, sus propias expectativas, los resultados llegan, el alumnado se implica y va consiguiendo los resultados previstos o incluso mejores de los esperados. Por otra parte, en ese ambiente de altas expectativas y confianza el alumnado se siente protagonista, se hace más autónomo y puede tomar, con la ayuda del docente, decisiones propias con más facilidad, Por comparación con el comentario anterior sobre "profesores a la defensiva", podemos hablar de "profesores a la ofensiva".
Está claro que todo no es tan simple, que puede haber muchos matices. Hay muchas circunstancias personales, de grupo, de centro, del contexto que pueden matizar todo lo anterior. Pero creo que hay una cosa clara: las expectativas se las crea cada docente según la forma de afrontar su trabajo y su relación con su alumnado. Es una cuestión de filosofía, de planteamiento personal ante esa tarea. Y es cierto que pueden darse circunstancias que hagan cambiar las expectativas, pero lo importante es cómo, con que expectativas, se entra en un aula por primera vez.
Reflexionando sobre esto, me he dado cuenta de que el resultado de mi alumnado, tanto en su proceso de aprendizaje como en el aspecto de la calificación, no se debe, como piensan algunos, a que bajo el nivel (ese nivel que nadie sabe cual es, la verdad), ni a que no hago exámenes, ni a que utilizo una evaluación formativa y continua y no sancionadora y puntual, ni a que utilizo instrumentos de evaluación muy variados, ni a que trabajo por proyectos o utilizando nuevas metodologías como flipped classroom, sino a que tengo, siempre, expectativas muy altas de mi alumnado. Cada vez que entro en el aula o que emprendemos una tarea pienso que van a poder, que van a querer, que les va a interesar. Y lo conseguimos. Y entonces, cabe la satisfacción de que el alumnado me valore porque, según ellos, soy amable, sincero y comprensivo, les ayudo, me preocupo de ellos y comprendo la opinión de cada uno.
Expectativas.
Para ello, se deben dar una serie de circunstancias que son más fáciles de conseguir si se tienen algunas competencias docentes como la flexibilidad, la confianza y la empatía. Si se tienen expectativas altas, confianza en el alumnado, flexibilidad en las metodologías y en los objetivos y se escucha al alumnado, sus problemas, sus intenciones, sus propias expectativas, los resultados llegan, el alumnado se implica y va consiguiendo los resultados previstos o incluso mejores de los esperados. Por otra parte, en ese ambiente de altas expectativas y confianza el alumnado se siente protagonista, se hace más autónomo y puede tomar, con la ayuda del docente, decisiones propias con más facilidad, Por comparación con el comentario anterior sobre "profesores a la defensiva", podemos hablar de "profesores a la ofensiva".
Está claro que todo no es tan simple, que puede haber muchos matices. Hay muchas circunstancias personales, de grupo, de centro, del contexto que pueden matizar todo lo anterior. Pero creo que hay una cosa clara: las expectativas se las crea cada docente según la forma de afrontar su trabajo y su relación con su alumnado. Es una cuestión de filosofía, de planteamiento personal ante esa tarea. Y es cierto que pueden darse circunstancias que hagan cambiar las expectativas, pero lo importante es cómo, con que expectativas, se entra en un aula por primera vez.
Reflexionando sobre esto, me he dado cuenta de que el resultado de mi alumnado, tanto en su proceso de aprendizaje como en el aspecto de la calificación, no se debe, como piensan algunos, a que bajo el nivel (ese nivel que nadie sabe cual es, la verdad), ni a que no hago exámenes, ni a que utilizo una evaluación formativa y continua y no sancionadora y puntual, ni a que utilizo instrumentos de evaluación muy variados, ni a que trabajo por proyectos o utilizando nuevas metodologías como flipped classroom, sino a que tengo, siempre, expectativas muy altas de mi alumnado. Cada vez que entro en el aula o que emprendemos una tarea pienso que van a poder, que van a querer, que les va a interesar. Y lo conseguimos. Y entonces, cabe la satisfacción de que el alumnado me valore porque, según ellos, soy amable, sincero y comprensivo, les ayudo, me preocupo de ellos y comprendo la opinión de cada uno.
Expectativas.
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