domingo, 28 de febrero de 2016

ENFRENTADOS PARA CONSEGUIR UN FUTURO COMÚN

Apareció ayer por las redes un artículo de El Mundo donde de manera simplista y no sé si bien intencionada se hablaba de "Guerra en la Escuela" entre dos concepciones de la Educación, la Escuela y el Aprendizaje.

Lo que sí es cierto es que, indepedientemente de lo exagerado y de lo simple del titular (que en ese sentido cumple su función de llamada) se refleja una situación real que, aunque no es tan maniquea, se vive en el día a día de los centros, donde conviven visiones muy contrapuestas sobre cuál debe ser el papel y la función de la Escuela y de la Docencia y donde, al menos por mi experiencia, predomina la visión más tradicional y convencional del proceso de enseñanza-aprendizaje, la que en el artículo se define como la de los antipedagogos.

Estos docentes, por convencimiento y por experiencia, piensan que su función es sólo enseñar o más bien instruir en una disciplina académica en la que son expertos y por lo que tienen la autoridad académica. Por lo tanto, todo lo que se salga de ese paradigma de Escuela instructiva y académica convencional supone un obstáculo para su trabajo y para una formación adecuada del alumnado. Lo importante en ese proceso es lo que "el maestro enseña, no lo que aprende el alumno", porque si el alumnado no aprende es porque no se esfuerza y no estudia. Es así de simple y están convencidos de que este proceso debe ser así. Como toda la vida. Aunque podemos pensar si en ese "toda la vida" cuentan Giner de los Ríos, Dewey o Montessori. Pero, seguramente, no contarán. Eran pedagogos. Están seguros de su modelo de enseñanza y de escuela donde lo importante es dar el programa, terminar el libro de texto sin pararse a pensar en si el alumnado aprende o no porque suponen que aprende si estudia, se esfuerza y supera los exámenes y hacen las cosas tal como se les indica. Mantienen y defienden el modelo industrial de escuela. Una Escuela homogénea, segura y jerarquizada. La que han conocido, la que ven desmoronase.

Ese modelo era homogéneo y aceptado hasta el momento en que la educación secundaria se hizo obligatoria. Por eso, despotrican de la LOGSE, del alumnado que no quiere estudiar y de aquelll@s que defienden este nuevo modelo de escuela universal y no exclusiva. El problema es que quieren volver a una situación que ya no puede recuperarse porque las condiciones sociales ya no lo permiten.

Esas nuevas condiciones han creado una sociedad digital, líquida e incierta donde todo está en cuestión. Y el modelo de Escuela no iba a ser menos. Estamos en una situación de encrucijada, donde el modelo convencional ya no convence y no tiene futuro. O, al menos, personalmente eso pienso. Y no sólo me lo dicen teorías del aprendizaje, la propia experiencia de aula y lo que observo en encuentros y cursos de formación, sino también por comentarios de otros docentes (como es que escuché el otro día en una conversaciñon informal) que piensan que "en Secundaria y Bachillerato quedan muchos catedráticos que creen que lo saben todo", que reflejan que ese modelo está trasnochado, aunque pueda mantenerse mucho tiempo por la inercia conservadora de la institución escolar y porque no se está seguro de la alternativa a este modelo clásico e insdustrial. 

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Por todo eso, yo me planteo varias cuestiones. La primera es qué es autoridad, ¿te la dan, la consigues?, ¿es parecida al prestigio o al miedo? ¿es académica o disciplinaria? ¿te la da tu sabiduría o el cariño de alumnos y familias? La segunda es qué es esfuerzo, ¿estar sentado seis horas en clase haciendo actividades mecánicas y estudiar y memorizar mucho para los exámenes o diseñar un proyecto y explicarlo, buscar información y recursos, crear un producto, trabajar y decidir en equipo? La tercera es qué es disciplina ¿mantener al alumnado encorsetado en sus sitios y en unos esquemas didácticos industriales o dejar que sean autónomos, críticos, responsables y que se muevan, que discutan, que debatan? 

La cuarta es que por qué se plantea en el artículo la disyuntiva entre concocimiento y autoridad por una parte y creatividad y habilidades por otra. Porque en el modelo competencial, que llaman de los pedagogos (por cierto, yo no lo soy, pero es curioso cómo somos la única profesión que desprecia a sus expertos porque no veo a un médico despotricar de alguien que descubra una nueva vacuna ni a un ingeniero criticar a otro que haya descubierto una nueva utilización de materiales para la construcción de un puente) hay autoridad y conocimiento. Quizá una autoridad y unos conocimientos diferentes y no convencionales, pero los hay, y muchos. Lo que dudo es que en el modelo convencional se formente la creatividad y el desarrollo de las habilidades más allá de la sacrosanta memorización.

Porque la Escuela debe ser un puente entre el aprendizaje y la sociedad y no un bunker donde se niegue el mundo exterior, que puede no gustar, pero es el que hay y entre todos debemos ayudar para mejorarlo. El problema no es tanto ser "antipedagogo" o "pedagogo" sino mirar fuera del aula y ver qué Escuela necesitamos y qué Escuela queremos. Yo lo tengo claro.

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