Aquí os dejo esta maravillosa y entrañable entrada de mi admirado Juan Carlos Rico. (el enlace al blog es este: http://www.juntadeandalucia.es/averroes/centros-tic/41002116/helvia/bitacora/). Muchas veces nos olvidamos de lo simple y efectivo y nos complicamos por no pensar bien en lo que estamos haciendo y en lo que realmente debemos hacer. Gracias, Juan Carlos.
Don Vicente era Director de la Escuela los días laborables de 10 a 1 y de 3 a 5. El resto de la tarde y los sábados ayudaba a su mujer en la única tienda de ultramarinos que había en el pueblo y en la que se vendía de todo un poco. En aquel comercio convivian los olores y los colores. Aún recuerdo cómo el olor a los tintes de los paños se mezclaba con el ferruginoso de los tornillos y el salado del bacalao. Su mujer despachaba cualquier artículo que no necesitase peso o medida y cortaba el bacalao. El, por toda herramienta usaba una vara de a metro para el paño y una "romanilla" que se colgaba al cinturón para los pesos de artículos "a granel". Era un hombre bondadoso en la medida y en el peso en su tienda y un maestro cariñoso y alegre en el aula. Todo lo que vendía y hacía iba "bien despachao". Era un excelente conversador y encantador de serpientes y de niños, pues era capaz de mantener a un grupo de una docena de mujeres comprando todas a la vez y pidiendo más artículos de los que sin duda necesitaban, mientras le oian los chascarrillos que se cocian en el pueblo. o nos mantenía escuchandole absortos como unos señores de una tal "Perfida Albion" les había dado por medir en pulgadas. Tenía un halo de autoridad entre los maestros y un trato especial con los inspectores que venían al colegio a los que agasajaba con obsequios de surtidos de paños, telas y talegas de alubias o garbanzos del terreno. Sin duda aquella costumbre le había reportado algúno de sus mandatos y ciertas licencias en sus prácticas docentes. Don Vicente era raro para sus compañeros maestros/as y para sus alumnos/as. Siempre andaba enfrascado en los recreos y horas de permanencias, esa especie de clases particulares que se daban en los colegios de 1 a 2, leyendo libros bastante "espesos", de un tal Freire que escondía en el fondo del cajón :"Educación como práctica de la libertad" y "Pedagogía del oprimido". Fue una grata sorpresa encontrármelos en mi mesa de estudiante de Magisterio al cabo de los años. Una de sus rarezas más comentadas era que no hacía exámenes, no nos puso ningún control en todo el curso de cuarto y aun así, sabía con meridiana certeza lo que cada uno eramos capaces de resolver, hacer, saber y sobre todo cómo éramos. El único control que llevaba lo ejercía con una vara, como la medir el paño, que siempre llevaba en la clase, en los pasillos, en los patios. La colocaba de pie junto a cada uno de nosostros y nos decía: " Ya eres toda una mujer o todo un hombre, de cuarenta pulgadas, puedes ser lo que quieras en la vida..." Y aquella medición, evaluación o control nos llenaba de orgullo y nos hacía estirarnos dos centímetros más. Siempre será mi maestro más querido pues con él me sentí importante en clase y creo que soy maestro por su ejemplo. Recuerdo que entre sus tareas o deberes para casa pedía a cada alumno/a algo diferente. A Ignacio que llevase las cuentas del grano que vendía su padre, a Antonio que anotase los cerdos que vendía el suyo, a Fernando que pesase los kilos de judiones que daba su huerta , a Luisa que controlase los gramos de comida que la madre necesitaba para su dieta de diabética, a mi que llevase el control de los sacos de harina que repartía mi padre. Pero lo más chocante eran las notas que daba a nuestras madres; solia hacer un análisis pormenorizado de cómo nos comportábamos, de lo que le habíamos dicho que queriamos ser de mayores y de si éramos cariñosos, teniamos creatividad y ayudábamos a los demás. Solo al final añadía ". Y va bien en matemáticas y en lengua "... Visto desde la distancia de 38 años creo que mi maestro Don Vicente, el de la vara de medir, era un docente competente y sabía tratar y evaluar todas las competencias, sobre todo la de la autonomía personal, la autoestima y lo emocional como en ningú/a otro/a he visto. Ahora que andamos sumidos en evaluarlo casi todo, que andamos en puertas de unas nuevas pruebas de diagnóstico, las que un alumno/a de 4º realizará después de una media de 40 controles en lo que llevamos de curso: 12 unidades por cada área más las evaluaciones iniciales y alguna trimestral, me pregunto: ¿porqué sometemos a nuestros alumnos/as a continuos exámenes?, ¿ porqué no le damos igual importancia al ser que al saber?, ¿de qué nos sirven tantos datos cuantitativos y casi nunca cualificamos?. ¿porqué sometemos a niños/as de 10 años a procesos continuos de presión evaluadora?. ¿Y a nivel de Centro?. Ahora que es tiempo para el control de los Directores/as y de la evaluación de docenas de items para el Plan de Calidad en los Centros donde haya, del puñado de memorias e informes como los del ejercicio de la dirección en los que participan el Consejo Escolar, el Tutor, el CEP, el Inspector, la Comisión, reducidos a un APTO, con los informes de los funcionarios en prácticas, con los de los alumnos de practicum y con la preparación de las corrèspondientes informes de programas, grupos de trabajo, Comisiones de Consejo Escolar, me queda una sensación agridulce: O se evalua demasiado o se evalua mal. Dividimos el tiempo entre la planificación y la evaluación y nos queda poco tiempo para el desarrollo pausado de lo programado. Nuestras escuelas son tiendas de ultramarinos como la de Don Vicente, con multitud de artículos, olores y hasta encantadores de serpientes. Ofrecemos todo a granel y no sabemos si está bien "despachao" y sobre todo que calidad tiene el producto. Todos, directores y maestros debemos persiguir forjar y forjarnos como personas APTAS y educar a "ciudadanos activos, socialmente integrados" (RD 1513/2006).PD: Luisa es médico, Antonio hizo empresariales y es empresario, Ignacio es ingeniero, Fernando tiene un supermercado y los demás son algo en la vida, pero sobre todo son buenas personas, "de cuarenta pulgadas" por lo menos...
Por si a alguien le interesa leerlas: Las máximas de Freire:
- Enseñar exige respeto a los saberes de los educandos
Enseñar exige la corporización de las palabras por el ejemplo- Enseñar exige respeto a la autonomía del ser del educando
- Enseñar exige seguridad, capacidad profesional y generosidad
- Enseñar exige saber escuchar
- Nadie es, si se prohíbe que otros sean
- La Pedagogía del oprimido, deja de ser del oprimido y pasa a ser la pedagogía de los hombres en proceso de permanente liberación
- No hay palabra verdadera que no sea unión inquebrantable entre acción y reflexión
- Decir la palabra verdadera es transformar al mundo
- Decir que los hombres son personas y como personas son libres y no hacer nada para lograr concretamente que esta afirmación sea objetiva, es una farsa
- El hombre es hombre, y el mundo es mundo. En la medida en que ambos se encuentran en una relación permanente, el hombre transformando al mundo sufre los efectos de su propia transformación
- El estudio no se mide por el número de páginas leídas en una noche, ni por la cantidad de libros leídos en un semestre. Estudiar no es un acto de consumir ideas, sino de crearlas y recrearlas
- Solo educadores autoritarios niegan la solidaridad entre el acto de educar y el acto de ser educados por los educandos
- Todos nosotros sabemos algo. Todos nosotros ignoramos algo. Por eso, aprendemos siempre
- La cultura no es atributo exclusivo de la burguesía. Los llamados "ignorantes" son hombres y mujeres cultos a los que se les ha negado el derecho de expresarse y por ello son sometidos a vivir en una "cultura del silencio"
- Alfabetizarse no es aprender a repetir palabras, sino a decir su palabra
- Defendemos el proceso revolucionario como una acción cultural dialogada conjuntamente con el acceso al poder en el esfuerzo serio y profundo de concienciación
- La ciencia y la tecnología, en la sociedad revolucionaria, deben estar al servicio de la liberación permanente de la HUMANIZACION del hombre.
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