LOS RETOS EDUCATIVOS
Como ya se anunció en el primer número, esta sección quiere ser un lugar de reflexión educativa, pero de reflexión desde un punto de vista global, con perspectiva. Alejado de los problemas cotidianos que avasallan el pensamiento y con la pausa necesaria para ello.
1. El cambio invisible…de momento.
Conseguido el reto de escolarizar a toda la población en edad de escolarización obligatoria, queda otro aun más complejo y difícil de conseguir como es el de proporcionarle una enseñanza de calidad a ese alumnado. Para ello, por desgracia, se han tenido que aprobar tres Leyes de Educación con todo lo que supone esto de decretos y órdenes a diestro y siniestro; algo que ha provocado, con toda la razón del mundo, una gran desconfianza hacia las leyes educativas y hacia las administraciones que las desarrollan.
A pesar de todo lo anterior, tenemos una nueva normativa legal relativamente reciente: Ley Orgánica de Educación (LOE), de mayo de 2006 y la Ley de Educación Andaluza (LEA), de diciembre de 2007. Estas Leyes generales necesitan el correspondiente desarrollo normativo en cuanto a currículos, evaluación, organización y funcionamiento, etc., que está todavía saliendo a la luz, pero que por lo que ya ha salido y por lo que se prevé que salga, supone cambios educativos importantes que van mucho más allá de las modificaciones curriculares y de evaluación experimentados hasta ahora. Esos cambios, según mi punto de vista, pasan por cuatro temas claves: competencias básicas, formación del profesorado, autonomía de centros y coordinación docente.
Las competencias básicas, a pesar de que muchos piensan que es lo de siempre con otro nombre o una moda pasajera (pienso que debido a todo lo anteriormente expuesto no les podría faltar motivos para pensarlo), sin embargo, es algo que va mucho más allá de una cuestión nominativa o de modas. Debe ser, por indicaciones de organismos internacionales (OCDE y Unión Europea) y modelos educativos ya consolidados y con buenos resultados (por ejemplo, Finlandia), una nueva forma de enfocar la educación, un cambio metodológico y, lo que es más duro, un cambio de mentalidad docente.
Relacionado con lo anterior, se encuentra el tema de la formación del profesorado, tanto la inicial como la permanente. Creo que todo el mundo está de acuerdo en que al docente, sobre todo de Secundaria Obligatoria, se le exigen cada vez más nuevas tareas y, también, creo que está claro, que este profesorado no está preparado para ello, fundamentalmente porque no se ha recibido la formación necesaria. Por esto, la formación inicial debe ser fundamental para conseguir una mejora educativa, y parece que con el nuevo modelo, un año de especialización docente para los que quieran dedicarse a la enseñanza, se puede conseguir; al menos más que con el impresentable Curso de Adaptación Pedagógica (CAP) que era un puro trámite. Por otra parte, si se ha reconocido que nos falta preparación para todo lo que se nos ha ido viniendo encima a los que ya estamos ejerciendo, es necesaria la formación permanente: resolución de conflictos, convivencia, tutorías, etc. Pero, sobre todo, nos hace falta formarnos en lo que va a ser el eje central de la educación desde ahora: el trabajo por competencias básicas.
El nuevo modelo educativo marcado por la LOE y la LEA plantea un asunto central del sistema educativo: la autonomía de los centros, tanto pedagógica como organizativa. De ahí la importancia que adquiere la elaboración del Plan de Centro y el Proyecto Educativo por la Comunidad Educativa. De esta forma, cada centro irá teniendo, dentro del marco general, no lo olvidemos, un modelo formativo y de organización: apoyos, refuerzos, optativas, itinerarios, adaptaciones, convivencia, actividades, mecanismos e instrumentos de información y comunicación, etc.
El último elemento del cambio que se nos avecina es la coordinación docente. Está claro que es el más importante de los temas planteados porque sin ella es muy complicado conseguir trabajar por competencias, una formación más o menos homogénea y de centro y una autonomía pedagógica. Por lo tanto, considero que la coordinación docente es clave para poder mejorar y conseguir una enseñanza de calidad y, por ello, es uno de los objetivos fundamentales de mi proyecto de Dirección. Sin embargo, no es fácil conseguirla. En Secundaria y Bachillerato pesan, por una parte, la tradición de trabajo individual, de especialistas en una materia, del profesorado y, por otra, la estructura organizativa de los Departamentos. Sin embargo, la coordinación es posible porque hay otras dos cuestiones muy básicas que la demandan: la actuación coordinada del profesorado en cuestiones de convivencia y la necesidad de tomar medidas para coordinar el trabajo de los equipos docentes de determinados grupos. Finalmente, y en relación a los temas planteados anteriormente, existe una necesidad de coordinación si queremos un centro con un funcionamiento más autónomo y, sobre todo, trabajar por competencias, ya que el trabajo integrado y coordinado del profesorado es básico e imprescindible para su desarrollo en el alumnado.
En definitiva, que el cambio que se tiene que desarrollar no ha hecho más que empezar porque ahora queda lo más difícil: aplicar la normativa a la realidad; a la social y a la de cada centro.
Hasta ahora he dado una visión de por dónde vamos a evolucionar en los próximos años desde el punto de vista docente. Pero la educación no depende sólo de un sector. Hay otro muy importante y sin el cual todo lo anterior no provocará mucha mejora. Me refiero a la familia, al valor que la familia le dé a la educación, a cómo la familia afronte el reto de educar a sus hijos/as en una sociedad cambiante y compleja, y a cómo la familia comparta con la institución escolar esa maravillosa tarea conjunta de educar.
2. EEES: ¿medicina o purgante?
Como todo padre, he utilizado las AAS para la fiebre de mis hijos. Son las iniciales de un medicamento compuesto de Ácido Acetilsalicílico. Permítanme este juego de iniciales para plantear un tema tan serio y conflictivo como el EEES o Espacio Europeo de Enseñanza Superior, más conocido, al menos de oídas, como Plan Bolonia (aunque me temo que lo de “conocido” es un decir), porque siguiendo con el juego: ¿es el EEES una medicina para solucionar racionalmente los problemas de la formación universitaria de nuestros jóvenes o es un purgante que va a provocar una descomposición de las estructuras universitarias tal como las hemos conocido hasta ahora? Pero vayamos por partes.
La primera debe ser aclarar qué es el EEES, o más bien, qué no es, puesto que no es algo nuevo: la Declaración de Bolonia, que lo establece, es de 1999. Desde entonces se abrió un proceso que debe concluir en 2010. O lo que es lo mismo, no estamos empezando, sino que estamos ¡¡¡terminando!!! Precisamente aquí reside uno de los principales problemas de este proceso: que se está haciendo tarde y, lógicamente, tiene muchas posibilidades de no hacerse bien. Se han perdido unos años muy importantes para desarrollar el proceso poco a poco e ir culminándolo ahora, porque, además, la interferencia de la crisis económica agrava las prisas ya que, con casi toda probabilidad, habrá menos financiación y hay una conciencia mayor, en los futuros y actuales universitarios, de dificultad económica para hacer frente al hipotético aumento de las tasas universitarias.
Tampoco va a suponer una privatización de la universidad pública como algunos quieren vendernos y, desde luego, si deriva hacia esa situación será más por culpa de los gobiernos que del propio sistema del EEES. Un ejemplo de algo parecido en un ámbito no universitario es el módulo de Formación en Centros de Trabajo de la Formación Profesional , donde los alumnos y alumnas de ciclos se forman profesionalmente haciendo prácticas en empresas de su sector, y nadie ha dicho nunca nada de que eso pueda suponer una privatización de la formación profesional.
En último lugar, tampoco es una mercantilización de la universidad, como también nos quieren vender. Simplemente es, como se irá viendo más adelante, una forma más práctica de acercar a nuestros jóvenes a la realidad que les espera después de los estudios universitarios.
Pero, qué es el EEES. Su objetivo básico es doble y complementario: fomentar la convergencia europea y la mejor formación de los universitarios. Para ello, establece tres condiciones básicas:
a. Establecer un sistema de títulos equivalentes en todos los países: Grado y Postgrado. El Grado de cuatro cursos y el Postgrado de uno o dos.
b. Establecer una valoración parecida del crédito universitario para todos los países: el ECTS (European Credit Transfer System). Cada crédito equivaldrá a 25 ó 30 horas en las que se cuentan horas de clases, de exámenes y de realización de trabajos, charlas, etc.
c. Establecer un sistema de financiación que asegure los recursos suficientes para una formación de mayor excelencia que intente equiparar las universidades europeas a las mejores universidades del mundo.
La primera condición ha provocado gran parte del retraso de la puesta en marcha del proceso, puesto que la Administración y las universidades han tardado en abordar algo tan complejo y de difícil asimilación por las estructuras universitarias actuales. Hay que tener en cuenta que no sólo hay que decidir los títulos que se van a ofrecer, sino el modelo de transición para los universitarios actuales y el nivel de coordinación entre las propias universidades.
La segunda, en relación con lo anterior, plantea ciertas dudas, aunque las propias universidades van organizando sus títulos y los créditos necesarios (240 para el título de grado, 60 por curso académico) y en algunas universidades y facultades ya se ha iniciado el proceso (sólo hay que darse una vuelta por los portales de las distintas universidades españolas)[1].
Sin embargo, es la tercera condición la que más dudas ofrece puesto que supone la llegada de las empresas a la Universidad. Este hecho, nada raro en otros países y poco frecuente en el nuestro, acerca el fantasma del “neoliberalismo”, de los “lobbys”, de lo público y lo privado, etc. Es decir, relaciona la reforma universitaria con unas posiciones políticas de rechazo, más o menos cosmético, al sistema capitalista, lo cual es aprovechado por grupos antisistema para manipular el proceso ejerciendo una demagogia barata y, lo que es peor, haciendo dogmáticos y sectarios a buena parte de los jóvenes que no terminan de entender del todo el proceso. En este asunto se utilizan argumentos muy demagógicos y poco serios, como el que, entonces, los hijos de los obreros no podrán estudiar en la universidad. Cabría preguntarse cuántos estudian ahora, cuántos se quedan por el camino, sin terminar secundaria o sin acceder al Bachillerato. Es decir, el problema no es que los hijos de los obreros (es curioso también cómo se suele utilizar una terminología trasnochada, más propia de hace un siglo que de una sociedad tan variopinta como la actual) no puedan estudiar debido al EEES, sino cómo conseguimos que tengan posibilidades, al menos, de acceder a la universidad. Y esto, tiene más que ver con los temas tratados en el punto anterior de este artículo que con “Bolonia” (con el fracaso escolar, con el absentismo, con la falta de recursos para atender los problemas educativos, con un profesorado anclado en los “niveles”, etc.)
Creo que para terminar de entender este importante asunto, deben quedar claros varios puntos: están cambiando los modelos formativos, la mayoría de los universitarios acaban trabajando en empresas, las universidades españolas no están entre las 150 primeras universidades del mundo (según el ranking de la universidad de Shangai, reconocido como el más completo por los organismos internacionales) y todos queremos que nuestros jóvenes tengan la mejor formación posible.
Teniendo en cuenta los elementos anteriores, se puede comprender el reto que se plantea y toda la labor que queda por desarrollar (y en poco tiempo, que es lo peor). Hay que ir cambiando las estructuras formativas de la universidad, lo que afecta a los/as docentes y a todo su sistema de trabajo y esto, lógicamente, es muy complejo y provoca incertidumbres no sólo por la cantidad de situaciones existentes, sino porque afecta a las condiciones y al status del profesorado.
Por otra parte, salvo que, como algunos piensan, se acabe con el sistema capitalista (más o menos neoconservador o neoliberal) tenemos que aceptar que la mayoría de los universitarios se emplean en las empresas privadas y que éstas necesitan perfiles profesionales determinados que ahora parece que no se consiguen. Precisamente por ello, tanto a las empresas como a los universitarios les interesa la formación necesaria para conseguir un mejor puesto de trabajo y un mejor desempeño profesional y personal. Además, cabe añadir, en este sentido, que sólo la investigación, el desarrollo y la innovación nos pueden sacar de la crisis y esa I+D+I será relevante y productiva si participa la empresa privada y se produce una colaboración con las universidades, tanto públicas como privadas. Se argumenta, en este punto, que la Universidad , entonces, formará “trabajadores” y no pensadores. Bien, es lógico argumentar la mercantilización de la formación, pero cabría preguntarse ¿qué grandes pensadores ha formado y está formando la universidad actual? No nos engañemos, ahora tampoco se desarrolla ese modelo; luego no podemos reivindicar una cosa que no existe. Sólo con una formación sólida, como la que puede proporcionar el EEES, se consiguen ciudadanos preparados para una sociedad democrática.
Creo, también, que debemos estar de acuerdo en que nuestras universidades tienen mucho que mejorar y que queremos que nuestros jóvenes tengan la mejor formación. Con el sistema universitario actual no es posible; por lo tanto, hay que cambiarlo. El cambio viene propuesto por el EEES y tiene unas ventajas muy evidentes: mejor formación, más preparación en competencias específicas y profesionales y unas posibilidades de movilidad geográfica y profesional mucho más amplias.
El EEES plantea muchos “miedos” y algunas dudas, pero resulta que es la opción elegida desde hace bastante tiempo para mejorar la formación y las opciones profesionales de la juventud europea y la que se desarrolla ya con éxito en muchas universidades. No tiene mucho sentido rechazarla porque lleva una trayectoria que llega a su fin ahora. Lo que sí creo que tiene sentido es observar cómo se desarrolla el proceso y corregir, desde los poderes públicos, las desviaciones poco deseables que tanto se ponen en entredicho en estos momentos. Para ello, sólo puede existir una solución: más recursos públicos para la universidad[2], tanto en becas como en investigación. En definitiva, tiene que existir un debate, pero no sobre aceptar o no el proceso de Bolonia sino sobre cómo se desarrolla su aplicación.
Para finalizar, tenemos que enmarcar los cambos educativos planteados aquí en un momento de crisis, pero no sólo de crisis económica, energética, de valores, etc., etc., sino de crisis en el sentido gramsciano[3] del término; es decir, en una situación en que lo antiguo se resiste a desaparecer y lo nuevo se va abriendo paso y, por ello, se establece una pugna entre ambas tendencias. Existen muchas resistencias al cambio porque afecta a intereses y posiciones aparentemente muy sólidas y, también, muy cómodas, y en ese contexto, la demagogia aflora para intentar disfrazar esos intereses bajo otros ropajes más llamativos y desorientadores.
[1] Es interesante el enlace del Espacio Europeo de Enseñanza Superior de la Universidad de Sevilla, situado en el apartado de Acceso y estudios. http://www.us.es. También puede resultar ilustrativo el enlace del EEES en la página del Ministerio de Ciencia e Innovación: http://www.mcinn.es, entrando en el enlace de Universidades y en el apartado de Educación Superior universitario.
[2] En 2006, en España se invertía en universidades el 0,08 % del PIB y en Europa la media es del 0,25 %.
[3] Antonio Gramsci (1891-1937), pensador y político marxista italiano.
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