Crecer tiene sus ventajas y sus desventajas. Ésta es una de las últimas. Mi blog, este blog, el Direblog se muda, cambia de sitio, junto a otros sitios, blogs, páginas. Lo que ha sido y representado para mi aprendizaje este blog lo sabéis todos, pero hace falta un cambio que unifique mi presencia en la red. Por lo tanto, quiénes, por algún motivo, estéis interesados en lo que aquí se contaba y se analizaba debéis dirigiros ahora a este ENLACE (http://manueljesus.es/).
Gracias a todos por todo. Seguimos en otro sitio. Después de ocho años, nos mudamos
El próximo miércoles día 8 se va a celebrar una iniciativa para reivindicar la presencia de las HUMANDADES en las aulas. Se trata de la iniciativa Humanizando 16 por la que algunos docentes de varios centros saldremos a la calle a dar nuestras clases para mostrar la importancia de las humanidades en el sistema educativo. El alumnado de patrimonio va a participar saliendo a la Plaza de España el míercoles a primera hora para "dar la clase" en la calle.
Previamente, hemos leído este texto que escribí para reflexionar en el aula:
Somos personas porque pensamos y nos comunicamos. Y porque vivimos en sociedad. En una sociedad que tiene una historia, un patrimonio y una cultura determinada.
En la medida que nuestro pensamiento sea más autónomo y mayor nuestra capacidad para comunicarnos, expresarnos y argumentar nuestras ideas, seremos personas más libres. En la medida, también, que conozcamos mejor nuestra cultura seremos, no sólo más libres, sino más cultos y menos ignorantes.
Y sólo podremos conseguir lo anterior si las humanidades están presentes en nuestra formación porque nos permiten ser libres, críticos, argumentar con criterio y defender nuestras ideas, preocuparnos por los problemas que nos rodean con la intención de solucionarlos y, sobre todo, entender a los demás y ser tolerantes.
Por eso, sin humanidades no hay verdadera educación, no hay verdadera formación de ciudadanos críticos y dispuestos a mejorar el mundo en el que vivimos para acabar con tantas injusticias, tanta superficialidad y tanta intolerancia como nos rodea.
Las humanidades no son cómodas. Nos obligan a pensar, argumentar, debatir, criticar y poner en solfa valores e ideas que parecen muy asentadas en la sociedad, proponer alternativas y, porqué no, plantear utopías que nos ayuden a caminar hacia un mundo y una sociedad mejor. No estamos acostumbrados a esto, sino a que nos lo den todo hecho y a no poner en entredicho nada: las cosas son así porque sí y punto. Por eso, las humanidades son peligrosas. Hacen que la gente piense y se pueda poner de acuerdo para cambiar. Por eso, y sobre todo por eso, son hoy más necesarias que nunca.
Pronto contaremos la experiencia.
La otra tarde me encontré en Sevilla a un antiguo compañero de batallas formativas que trabaja en un instituto de Sevilla y pasamos un gran rato tomándonos un café. Lógicamente, en la conversación salió el tema del momento de la educación y, como no, de la necesidad de cambio, de salir de la zona de confort, de utilizar cada vez más las metodologías activas en el aula. Y me confesó que, aunque está convencido, le cuesta mucho trabajo desarrollarlas en su centro porque no tiene apoyos y que incluso le han llegado a decir, con cierto desprecio: ¡¡¡eres un vanguardista!!!
Eso me llamó la atención y me hizo reflexionar y lo estuvimos hablando. Siempre nos han llamado innovadores, utópicos, "pedagogos" para reflejar que hacemos en el aula cosas distintas, pero nunca había escuchado ese apelativo que nos viene como anillo al dedo porque, según la RAE, vanguardia significa la parte de una fuerza armada, que va delante del cuerpo principal o la avanzada de un grupo o movimiento ideológico, político, literario, artístico, etc., o ir en primera posición, en el punto más avanzado, adelantado a los demás. Y entonces, no tengo más remedio que darle la razón a aquel docente que le dijo a mi amigo que era un vanguardista. Porque lo somos. Quiénes hemos decidido apostar por la Escuela Disruptiva y dejar atrás la moribunda Escuela Industrial. Quiénes utilizamos metodologías activas en el aula y hemos superado la enseñanza meramente memorística y los libros de texto. Quienes apostamos por una evaluación formativa y procesual y no meramente calificatoria y puntual. Somos unos vanguardistas. Lo que en un principio se podría haber entendido como un insulto o un menosprecio se convierte en el mejor de los halagos y de los reconocimientos. Que bien, soy un vanguardista.
Pero todo esto me lleva a otra reflexión. Si somos vanguardistas, y parece que vamos en avanzada con respecto al resto del cuerpo principal, ¿nos habremos distanciado demasiado y ya no somos una avanzadilla sino un grupo al que ya no se atreven y/o ya no quieren alcanzar? Para pensarlo.
Estamos terminando el curso e incluso en 2º de bachilleato ya lo hemos terminado. En estos momentos decisivos para alumnado, familias y docentes, se me vienen a la cabeza varias frases escuchadas a docentes o a alumnos en clase hace más o menos tiempo o en algún encuentro reciente. Frases como: "si no estudian, les ponemos más exámenes" o la que comentó una alumna hace dos cursos en 2º de bachillerato:"maestro, hacemos tantos exámenes que no nos da tiempo a aprender" o del curso pasado en ese mismo nivel: "sólo pensamos en los exámenes y ni nos damos cuenta de qué estamos estudiando. Sólo pensamos en acabar uno para pasar al siguiente y casi termina sin importarnos si aprobamos o no". O la frase lapidaria y, para mí, certera pronunciada por Julio Rogero en el encuentro de Conspiración Educativa de Segovia: "la evaluación, tal como se desarrolla en los centros, es la mayor arma de opresión, dominación y alienación de la población escolar".
Y es que creo que existe un problema de concepto importante en esto de la evaluación. La podemos entender como calificación final y como elemento de control del alumnado. De esta forma la evaluación se torna elemento de dominación, como afirmaba Rogero, y sólo es importante el resultado final y el alumnado, entonces, sólo se preocupa por "jugar a la escuela", es decir, hacer como que aprende para salir del paso de manera más o menos decorosa. El aprendizaje no cuenta para nada, sólo sacar buena nota o aprobar y a otra cosa mariposa. En este concepto de la evaluación, el examen es el único instrumento de evaluación que se concibe y los demás, cuando los hay, son completamente subsidiarios o ridículamente valorados. El examen lo es todo. Es el dueño del proceso escolar. Este el modelo dominante (en este caso, como sinónimo de mayoritario y no de dominación). El que conocen las familias y el que sufre el alumnado. Exámenes para todo y exámenes de todo. Y si no hay suficientes nos inventamos algunos por si acaso al alumno se le ocurre bajar el pistón del esfuerzo. Y así llegar a la excelencia. De unos pocos, claro. Puede que no aprendan mucho, pero ¡y la de exámenes que han hecho! ¿Para qué? Pues para tranquilidad de todos, de docentes que se sienten seguros con unas calificaciones exactas y minuciosas (un 4,78 es algo maravilloso que seguro que hace salibar a muchos), para las familias que saben a qué atenerse sin parase a pensar qué se está valorando y para el alumnado que sabe a qué atenerse.
Pero, también, se puede entender la evaluación como proceso, donde el resultado es algo lógico y natural al final del mismo y no es lo más importante (lo importante no es la meta, sino el camino), donde el esfuerzo se mide no por las horas de estudio y el número de exámenes sino en la capacidad de colaborar, de buscar y filtrar información, de crear materiales, de ser creativos y originales, de debatir, explicar y ser autónomos y donde el error sirva para el aprendizaje y no sea un estigma para toda la vida (o toda la evaluación, o todo el curso). Donde no se juegue a la escuela sino que lo importante sea el aprendizaje y no la nota. O lo que es lo mismo, que se aprenda evaluando y se evalúe aprendiendo. Pero, claro, eso supone cambiar. Fatídica palabra para quienes se mueven en su zona de confort o de miedo, ya sean familias, alumnos o docentes.
Sabéis que no hago exámenes, excepto en 2º de bachillerato por exigencias del guión, digo de la selectividad y la tradición (algunos dirían que por responsabilidad, pero yo no estoy muy seguro de esto) y al alumno le cuesta trabajo adaptarse al cambio y entender lo que se les va a valorar. Pero cuando lo entienden, lo asumen con naturalidad, lo mismo que las familias, y sólo se preguntan por qué no se hace más.
Exámenes tradicionales, memorísticos y conceptuales no son sinónimo de aprendizaje y son el elemento más claro de la escuela industrial ya fracasada que permite, justifica y mantiene la exclusión. Y hacer más exámenes sólo aumenta este proceso. A lo mejor, o a lo peor, es lo que interesa. Porque se pueden hacer otros "exámenes" o tareas: plantear retos después de desarrollar un tema o proyecto o hacer una prueba cooperativa como muestra de aprendizaje.
Y no hay que irse muy lejos para argumentar las ventajas de este tipo de evaluación formativa frente a la simplemente calificadora. Sólo tenemos que acudir a nuestros queridos Dale y Bloom para comprenderlas. Más claro, agua:
Pero sigamos haciendo exámenes por un tubo. Seguramente servirá para seguir manifestando el fracaso de una Escuela, una Educación y un Aprendizaje completamente desfasados. Sigamos echando leña al fuego.
Después de dos aplazamientos por la llauvia, ayer conseguimos culminar el proyecto o tarea integrada Con Cervantes en Sevilla desarrollada por el alumnado de Literatura Universal y de Patrimonio de 1º de bachillerato. Nos ha llevado casi dos meses de trabajo en el aula, leyendo la obra de Rinconete y Cortadillo y buscando información sobre la Sevilla del siglo XVI y sus monumentos que han culminado en la visita que realizamos ayer a Sevilla.
Fue una paliza, pero una paliza relajada, con momentos de descanso (a mitad de la mañana en El Salvador, a la hora del almuerzo y, antes de volver, en los jardines de Murillo) que facilitaron el atracón de monumentos y placas.
Mientras monto todo el material, os dejo este vídeo resumen:
Acabado de llegar de un maravilloso fin de semana en Segovia y no quiero dejar más tiempo para reflejar mis sensaciones sobre el II Encuentro de Conspiración Educativa.
En primer lugar, no puedo dejar de hacer referencia a la ciudad. La conocía pero me ha vuelto a enamorar. Una ciudad que en cada rincón te sorprende con algún palacio, alguna plaza, alguna iglesia. O incluso, algún acueducto. Una ciudad que se pasea despacio y se disfruta, con un gran ambiente y gente muy amable.
En cuanto al Encuentro, siento comunicar que sólo asistí por la mañana porque por la tarde conspiramos un poco por nuestra cuenta. Pero lo de la mañana fue una pasada. Ha sido un soplo de aire fresco. Empecemos por el compromiso ético del maestro Julio Rogero y su defensa de la Escuela Pública (con mayúsculas) y de una Escuela (que sólo puede ser pública) que abandone la lógica neoliberal (estandarización, normalización, competitividad, etc.) y se entregue a la inclusión y al pensamiento (palabra peligrosa para el Poder) crítico y que se centre el alumnado. Y sigamos por experiencias concretas, reales y co-inspiradoras, donde me llamaron la atención dos aspectos: la relación estrecha, directa y fructífera de la Escuela y su entorno y el concepto (y el movimiento) de la Escuela en Transición que no conocía y que me parece un modelo muy válido para el momento educativo y social en el que nos encontramos. También me gustaría mencionar la participación de las familias y de cómo se produjo un acuerdo claro sobre su papel en la Escuela y la necesidad de que sean, de verdad, un agente decisivo. Y no podía olvidarme de la aportación de Con Euterpe, a quien representábamos las madrinas y padrinos allí presentes, en el Encuentro, anunciando el IV Congreso de educación musical en esas tierras.
Pero, sobre todo, me quedo con que debemos plantearnos, si de verdad queremos cambiar la Escuela de la era moderna e industrial, ya caduca y moribunda, para qué sirve la Escuela y para qué educamos los docentes.
Con tanto cambio educativo, con tanto debate falso e impostado que esconde interesadamente el nudo gordiano encerrado en esas dos preguntas anteriores, no atacamos el núcleo de los problemas educativos. Porque nos enredamos en disputas ridículas y nos olvidamos de lo esencial.
Algo que han superado experiencias como las mostradas por las maestras y los maestros que nos deleitaron ayer en el Encuentro que han visto la solución: entorno, cambio, espíritu crítico, emociones, proyectos, implicación de las familias. Lo cercano para llegar a lo general.
Y, como no, la red. Cómo las redes y sus hilos, tejidos con esmero, trabajo e ilusión por muchos docentes, nos pueden llevar al verdadero cambio educativo
Y dejo para el final, lo personal. Los reencuentros, las desvirtualizaciones, las charlas distendidas en los jardines externos, en las copas, en la comida, en la larga sobremesa y sentados en la Plaza Mayor. La sensación de cargar pilas, de confirmar ideas y sensaciones sobre cómo y por dónde vendrá el cambio educativo. Y, también, la amistad y la confraternización que se desprenden de esas conversaciones.
O sea, que en Segovia hemos estado conspirando. O algo así. También, inspirándonos.
En Segovia. Este fin de semana. En el segundo encuentro de Conspiración Educativa. Será un nuevo encuentro para ver experiencias y prácticas de interés y para hablar, debatir y buscar alternativas en la Escuela. Para transformarla.
Pero, también y sobre todo, para reencuentros y desvirtualizaciones esperadas.
La semana pasada terminó mi asesoramiento a un grupo de trabajo del IES Cristóbal Colón de Sanlúcar en el que querían introducir las metodologías activas en el aula. A lo largo de tres sesiones repartidas en los tres trimestres del curso hemos planteado, en la primera, lo que son y lo que supone utilizarlas en el aula, el diseño de diferentes proyectos en la segunda y en la tercera tuvimos una puesta en común sobre lo realizado y sobre qué se planteaban en el centro para el curso que viene. En definitiva, qué hacer, cómo hacerlo, qué se ha hecho y qué se va a hacer.
Para valorar lo realizado y plantear lo que van a hacer realizamos un DAFO donde se vieron las dificultades, las amenazas, las fortalezas y las oportunidades de este proceso de cambio al que se han apuntado ya algunos docentes del centro.
Aquí os lo dejo:
Las conclusiones que podemos extraer pueden ser muy parecidas a las de cualquier centro de secundaria en la actualidad. Por una parte, aspectos negativos que retraen al profesorado y le sirven de excusa: falta de tiempo o de recursos, excesivo currículo o, sobre todo, que los compañeros no se deciden y se teme la soledad y la incomprensión de esta aventura. Pero, por otra, hay ganas de hacer las cosas de otra forma, ya lo han hecho, han visto sus ventajas y están decididos a ello.
En esta entrada tocan algunos libros que me han marcado simplemente como lecturas de placer y disfrute. Hay muchos, ha sido difícil seleccionar, pero al final han sido estos:
El Manolito Gázquez de las Escenas Andaluzas de Estébanez Calderón es, simplemente, una obra de arte de la literatura costumbrista y de humor y siempre me acuerdo de sus anécdotas. Lo recomiendo fervientemente. Y qué decir de Rayuela, una obra maestra de la literatura universal que marca un antes y un después para cualquier lector.
La invención de Morel es ora de las obras que me marcó en su momento. Realismo mágico en una obra corta e intensísima. Lo de El hombre sin atributos fue un reto. Primero por encontrar los cuatro volúmenes y después por la lectura de esta obra de arte incompleta que refleja la decadencia de un mundo tradicional inundado por el mundo moderno a principios del siglo XX en Europa.
La ciudad de los prodigios es una obra maestra no sólo literariamente, sino desde el punto de vista histórico y sociológico de la España de inicios del siglo XX.
Y, finalmente, mis dos preferidas. Las únicas obras que me he leído más de dos veces porque siempre las echo de menos. Bomarzo. Ese lenguaje, ese mundo renacentista. Una obra maestra. Y qué decir de La conjura de los necios, toda una odisea quijotesca del mundo contemporáneo del gran Ignatius.
Quizá este verano me las lea otra vez.
Seguiremos. La próxima entrega de libros sobre educación.