En una conversación en Twitter relacionada con el miedo o la desidia de los docentes con respecto a las tecnologías (lo de "nuevas" es ya claramente un eufemismo) se planteaba qué consecuencias tenía esto para el aprendizaje del alumnado. Porque, nos guste más o menos, estamos en la sociedad red, en una sociedad enredada donde el acceso a la información y la difusión de la misma es, salvando todas las brechas que queramos, universal, democrática, inmensa e intensa. Cada día aparecen terminales, herramientas, aplicaciones y posibilidades que aumentan y consolidan esa sensación. Esa realidad. Además, aunque existan múltiples estadísticas que confirman todo esto, creo que no nos hacen mucha falta puesto que sólo con dar una vuelta por cualquier localidad o barrio y observar lo que nos rodea con cierta atención podemos observarlo con total claridad.
Y en este contexto, en esta realidad, ¿qué papel juegan el alumnado, los docentes y sus familias? Podríamos utilizar los manidos términos de nativos, inmigrantes o huérfanos digitales. Tendría sentido. Sin embargo, pienso que si hacemos eso nos perdemos una pista fundamental de lo que significa esa sociedad enredada para el aprendizaje. Creo que así no captamos toda la dimensión que este cambio supone para la Escuela y la Educación. Y es que pienso que ser capaz de aprender y relacionarse en red ha pasado a ser tan importante como saber leer y escribir.
Si tenemos una hija a la que le cuesta trabajo leer o un alumno que escribe muy mal nos preocupamos y, tanto como padres y como docentes, intentamos ayudarle, corregirle e intentar que supere esa dificultad. Tenemos herramientas, tradición y decisión para hacerlo.
Pero, qué ocurre cuando, nuestro hijo o nuestra alumna tiene problemas por no saber buscar información en Internet, por no saber relacionarse en red, si sufre acoso o acosa sin saber exáctamente las consecuencias de todo ello. Normalmente, no sabemos qué hacer, no lo consideramos un problema escolar sino de fuera de la escuela porque no tenemos asumido que en nuestro mundo actual y, con toda seguridad, en el que está llegando rápidamente, es tan importante para un alumno ser competente desde el punto de vista comunicativo como desde el digital.
Pero, qué ocurre cuando, nuestro hijo o nuestra alumna tiene problemas por no saber buscar información en Internet, por no saber relacionarse en red, si sufre acoso o acosa sin saber exáctamente las consecuencias de todo ello. Normalmente, no sabemos qué hacer, no lo consideramos un problema escolar sino de fuera de la escuela porque no tenemos asumido que en nuestro mundo actual y, con toda seguridad, en el que está llegando rápidamente, es tan importante para un alumno ser competente desde el punto de vista comunicativo como desde el digital.
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O dicho de otro modo, la competencia digital es tan importante como la comunicativa porque lo digital es el vehículo, el instrumento, que utilizan nuestras hijas y nuestros alumnos para comunicarse. Ante esta situación nos vemos impotentes, indecisos y, en muchos casos, sin capacidad de reacción. Desbordados. Y en vez de aprender a solucionarlo, como si no se supiera escribir o leer, escondemos la cabeza como avestruces. Se rechazan los móviles en los centros, las redes sociales se ven como un peligro grave y las tecnologías y su aprendizaje se alejan de la escuela en vez de aprovecharla para solucionar esas dificultades, como se hace con las dificultades para leer o escribir. Pero, claro, para ello familias y docentes tenemos que dejar de ver a la tecnología, a Internet, a las redes y a lo digital como amenazas para empezar a verlas como oportunidades de aprendizaje.
Para tener un alumnado que lea, que escriba y que sepa aprovechar toda la potencialidad de la red, de lo digital. Que sepa, por tanto, conectar y concectarse para aprender más.
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